miércoles, 26 de mayo de 2010

El erizo y el zorro. Rodolfo Arango

http://www.elespectador.com/columna201716-el-erizo-y-el-zorro
Opinión| 5 Mayo 2010

El erizo y el zorro
Por: Rodolfo Arango
A UNO DE ESOS SERES HUMANOS QUE nacen muy rara vez se le ocurrió clasificar a pensadores y escritores según dos clases antagónicas: los que relacionan todo según una visión central o principio organizador que guía su actuar, pensar y sentir de forma más o menos coherente, simbolizados por la figura del erizo; y aquellos que persiguen fines múltiples y diversos, a menudo contradictorios, que son variables y se acomodan a experiencias y objetos diversos sin intentar mantener una visión interna unitaria e invariable, representados por el zorro. El mismo autor de tan artificial dicotomía se atreve a colocar en el primer grupo a personalidades como Dante, Platón, Dostoievski, Nietzsche o Proust, mientras que en el segundo grupo incluye a Shakespeare, Aristóteles, Pushkin, Goethe o Balzac.
En su célebre ensayo Isaiah Berlin nos recuerda también el verso “El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran cosa” del poeta griego Arquíloco, cuyo sentido acaso signifique que el zorro, pese a su astucia humana, es derrotado por la “defensa única” del erizo. El relato viene a la mente en las actuales circunstancias nacionales que prometen crecer en intensidad y dramatismo en las próximas semanas.
El erizo —paciente, perseverante, firme— muestra la virtud de trazar un camino recto y discernible para todos. Su naturaleza mansa no debe confundirse con ausencia de anticuerpos contra el mal. Su debilidad está, para algunos, en su lentitud y parsimonia, malas cualidades en tiempos de guerreros y desafíos existenciales. Las ventajas y desventajas del erizo prefiguran la estrategia del zorro, sinónimo de astucia, cambio y avidez. Bastaría al maleable vulpino captar la monotonía y rigidez de su contrario para proyectar un escenario variopinto, multiforme y amenazante que desoriente y exponga a los amantes de la armonía y la unidad. Ya viene corriendo su pastor mayor a dirigir el rebaño, con la inteligencia proclive a la oscuridad.
Toda la contienda simbólica esbozada se resolverá pronto con la decisión de una comunidad política voluble e inquieta. En juego está mucho más que una simple batalla de símbolos y signos, de mensajes codificados o subliminales, entre expertos semióticos que experimentan con las emociones de un pueblo. Se trata de una etapa de transición del estado guerrero a un estado de civilidad. ¿Estamos preparados para abandonar las leyes naturales que favorecen al más fuerte y regirnos por leyes humanas? Sectores acostumbrados a abrevar en realidades anómicas no ven con tranquilidad el tránsito social a la legalidad. Sus instintos los invitan a seguir pulsiones gregarias, donde la identificación familiar, grupal o gremial los blindaba en el pasado de las crecientes demandas de democratización inconvenientes a sus intereses. Otros sectores inconformes, amantes de la protección jurídica, buscan sustituir el modelo de un gobierno de hombres por uno de leyes.
De Bolívar a Santander, del zorro al erizo, la historia parece cerrar el círculo para repetirse de nuevo. De concretarse este previsible escenario, sería ocasión para celebrar, sin excesivas ilusiones, un cierto movimiento de progreso, donde la razón vence momentáneamente a la irracionalidad y la esperanza se impone sobre el miedo. Será la voluntad del pueblo colombiano la que sepa escoger en estas circunstancias entre una y otra alternativa, para que se cumpla o no la fábula de Arquíloco.
Inescrutables son los destinos personales ante la incierta y caprichosa fortuna. Pero una mentalidad prudente y virtuosa conviene más a la comunidad política que la cambiante y mimética. ¡El erizo o el zorro, esa es la cuestión!

Buen día Maestros


Hoy como muchos otros días, mientras desayunaba en calma –por lo menos el viernes–, pensaba en los maestros (no, no me quiero poner a discutir si es mejor llamarlos educadores, docentes, profesores, ‘facilitadores’ –qué tal–, interlocutores de los y las jóvenes, no; recreacionistas, no). Entonces se me ocurrió hacer un ejercicio de memoria para darles mi saludo, mi homenaje de gratitud.

Rebobino la película y me encuentro a mi abuela, de 17 años, en 1921, graduada en la Normal Antioqueña, con las mejores notas; y después en su escuela de San Pedro de los Milagros, al lado de la maravilla de Laura Montoya Upegui. Cómo serían de decisivas, de necesarias, estas Señoritas en su momento y lugar. Bueno, y el abuelo materno enseñó anatomía, con toga, con libros en francés, por 12 años, en la Universidad de Antioquia. Pero en el otro lado de la familia había un contraste duro, el abuelo paterno sólo había llegado hasta tercero de primaria, porque después de una reprimenda de palmatorias había abandonado para siempre la escuela. De todas maneras él, con su experiencia, también valoraba el estudio, insistía en la necesidad de educarse para tener otra vida y nos escribía cartas, que parecían como un dictado, como una transcripción de su voz imponente, en los momentos más importantes de la gran familia.

Salto hasta el año 68, con la hermana Carmen chiquita (porque había otra que era ‘la grande’ y las dos eran costeñas, morenas pálidas y virginales) y vuelvo a repetir mis primeras letras, cuando pensaba que leer era recorrer un renglón, memorizarlo y repetirlo inmediatamente; y así uno detrás de otro; qué cosa más difícil. Claro y desde que tuve medio conciencia y uso de razón yo siempre quise ser un profesor. Mis primeros intentos los hice tratando de amaestrar una perra de raza collie, que apenas me miraba, medio desconsolada, y como que asentía a todo lo que yo le indicaba.

Pasan los años y tengo en mi cabeza a la hermosa Señorita Teresita (que era novia y después fue la esposa de Don Gustavo, y siempre se llamaba Señorita), morena de ojos verdes. En cuarto de primaria el director era Don Jorge Castro, un maestro de respeto, que afirmaba que yo era el mejor estudiante. Ya para ese entonces mi hermano mayor, para terminar su bachillerato, tuvo que cumplir con el requisito de alfabetizar. Yo quería hacer lo mismo, y en parte lo intenté y buscaba afanoso a todo el que quisiera que yo le diera clases, a mi manera, por supuesto. Así pasan en fila los maestros propios, los de todas las etapas de formación; los muy deficientes del bachillerato y otros brillantes en las universidades. También tengo en cuenta a los educadores que han hecho época en el país, como Germán Arciniegas, Carlos Federicci, Virginia Gutiérrez de Pineda; Carlos Gaviria, y tantos más.

Hago un sobrevuelo por todos los escenarios de los salones en primaria, secundaria, pregrado; horas y horas de pie, con tizas, con marcadores, con ayudas didácticas y sin ayudas didácticas y hoy con la voz bien gastada. En Cayambe, en Santander de Quilichao, en Nuquí, en Caucasia, en cualquier parte, en otra parte; de noche, de día; en la virtualidad; con campesinos, con niños indígenas, con los despalomados, con los que copian hasta los suspiros; para los que hoy vuelan con alas propias, para unos que ya se fueron para siempre, para todos los que luchan por buscar un espacio y un tiempo en unas ciudades mezquinas, para los que les queda pequeño el mundo, para los que ganaron y los que perdieron sus exámenes ayer; qué se le va a hacer.

Del pasado vengo al presente, rememoro a todos aquellos con quienes hemos trabajado, idos y actuales; algunos que son referentes y que nos han marcado de verdad; y veo con inmensa satisfacción a quienes antes fueron estudiantes en la Facultad y hoy son excelentes profesores y estudiosos como los más. Entonces especulo y me imagino a los que vendrán, a los que nos van a suceder a la vuelta de unos años, 15, 10, quién lo sabe, o menos; reflexiono y me pregunto cómo transformarán las cátedras, cómo serán las relaciones con los nuevos estudiantes y cómo asumirán el compromiso con la ciudad, con la región y con el país.

Hay otros profesionales a quienes también admiro, sobre todo a los filósofos, a los músicos, a los científicos; y a quienes tienen oficios como los panaderos, los carpinteros y los sastres, y a los agricultores. Pero los profesores tienen algo característico, hacemos parte de la vida de los otros, de manera pasajera. El paciente de un odontólogo seguramente envejecerá y seguirá siendo el cliente de su doctor. Pero, ahora que están tan en boga las condiciones etáreas, de edad, como sea, hay que insistir en que la niñez, la juventud, son apenas estados temporales. Los maestros se plantan en una orilla de un río para verlo pasar.

Qué preocupación es mantenerse vigente viendo que los otros dejan las aulas vacías y siguen otra vida que, la mayoría de las veces, no tiene nada que ver con la didáctica; que ellos van a desempeñarse, en el mejor de los casos, como ciudadanos decentes que si acaso se acordarán de sus dichosos formadores. Pero es la verdad, no se deja de ser maestro, o por lo menos yo creo que algunos no nos concebimos en la vida en otra condición que no sea la de maestriar, de ser magistrales o de creernos la loca idea de que podemos enseñar. Por supuesto, ahora ya como que no se usa dar clase, pararse a dictar cátedra y hay que escuchar a los otros, construir el conocimiento entre todos, dialogar, incluir, participar, y sigue una larga lista de verbos, y quién sabe si entre éstos también hay que poner otros como: aburrir, dormir y embolatar. Qué grave, como se pierden las oportunidades y cómo se reduce la famosa escolaridad, y mientras tanto el país se empobrece; y hay tantas maneras de ganarse la vida y sobresalir pasando por los atajos, a la brava, con picardías, con viveza. Qué desastre.

Pero no, siempre quedamos unos tercos que pensamos que la educación hace milagros (o si no remítanse a los reportajes que le han hecho a Pablo Pineda, estudiante universitario y actor con síndrome de Down). Hay que decirlo, y es una paradoja, también las instrucciones, las letras, la ilustración, no son garantía de nada; o si no veamos a los padres de la patria, a los famosos emprendedores, a los que llaman líderes o los hombres y mujeres de éxito; éstos muchas veces son los que han tenido la formación más esmerada, el capital cultural, el acceso a los libros y a la información y no les da vergüenza salir a medrar en la política, a corromper o aliarse y a dejarse invitar y atender por los matones, los tramposos, los lagartos, en fin. Qué lamentable es encontrar que las llamadas elites tienen cada vez menos consumos de productos culturales, que ni leen y cada vez escriben peor. Hay gente para todo.

Pero no nos digamos bobadas, lo que hace falta en este país es educar; los maestros tienen que ser importantes para que haya democracia, para que se afirme la individualidad con libertad. Es urgente que este país piense en los maestros y maestras como instrumentos de la paz, como artífices de la dignidad, como junta letras, como quienes garrapatean alfabetos para decir y escribir y leer palabras distintas, con otros significados, que resuenen en la mente de muchos, pero no sólo con el pomposo ideal de ‘cubrimiento de la enseñanza’, sino como un fermento, como una nueva cultura, otro estilo de vida, como darle una esperanza a este país tan adolorido y tan desencuadernado.

Buen día maestros; se merecen una buena vida. Si hay maestros que piensan, que argumentan, el país será posible; si hay estudiantes que escriben y leen y discuten, critican, disienten y dudan, y nos mueven el piso a los maestros, no tendremos que merecernos una suerte de periferia, seguir como corcho en remolino en la pre-modernidad. La educación nos da confianza, condiciones de libertad, arrinconará las violencias, en esto hay que insistir, hasta que nos apaguemos. Mañana volveremos a madrugar y abriremos otros libros y nos deslumbraremos con preguntas, con ojos ávidos, con cabezas y corazones despiertos. Hay que insistir, buen día maestros.

¡Enhorabuena!

Andrés Calle Noreña

Manizales, 14 de mayo de 2010

Carta para Monseñor Ricardo Tobón Restrepo. Nuevo Arzobispo de Medellín

Monseñor Ricardo, celebramos de corazón su llegada, nos interpeló con su primera carta pastoral. En realidad, entra un aire nuevo a esta Iglesia local. En su discurso de posesión resaltan palabras inusuales en un jerarca de la Iglesia, como: libertad y alegría, amor y verdad. Queremos decirle con sinceridad que tenemos muchas esperanzas, que ya es un signo su presencia; porque sabemos de su trayectoria, de su inteligencia y bondad. Es usted un digno sucesor de Monseñor Alberto, quien tenía un gran compromiso social y con la paz. Con mucho respeto, queremos decirle que ya no esperamos príncipes. El título de Pastor es entrañable; pero valdría discutir estas imágenes que aluden a una figura paterna, porque es importante que las personas se sientan tratadas como adultos, y no sólo como hijos dependientes. Resaltamos que usted habló de fraternidad. En este sentido, la Iglesia tiene su propio ámbito de acción, y está bien que en su seno todos se sientan hermanos; pero así mismo hay que estar abiertos al sentido de la ciudadanía. La ciudadanía desborda las comunidades, las familias, y es mucho más compleja. La Iglesia también puede fortalecer lo público. No podemos darle la espalda a la modernidad y a la democracia. En muchos casos habrá que hablar de mínimos de ética, antes que de práctica de la religión. Usted en el área metropolitana, como también lo mencionó, va a encontrar una población con dolores grandes, con desgarramientos. Cuando salga de la catedral lo van a esperar, entre otros, miles de desplazados de todos los pueblos de Antioquia y de algunos departamentos cercanos; va a enfrentar a los reinsertados de tantas violencias; a los milicianos; a los desempleados; a muchas madres cabeza de familia, a estudiantes, a obreros… La acción eclesial es muy decisiva y se ha destacado en el servicio y en la defensa de los más pobres; pero aquí hay que comenzar por reconstruir el tejido social. Como Usted lo dijo, seguramente sobreabundará la gracia. Pero la gente quiere que la acompañen en sus procesos así no estén dentro de la vida eclesial. Usted también ya se probó en el Oriente antioqueño con situaciones muy duras y tiene que aprovechar esta experiencia. Cuando la Iglesia se decide a trabajar por la justicia, como lo manda el Evangelio, no tiene tiempo para preocuparse por los ataques que le hagan los detractores. Monseñor, con mucha consideración le pedimos que vuelvan a repasar la Conferencia de Medellín de 1968, ésta tiene enorme vigencia para leer la realidad de su Arquidiócesis. Usted expresó que quería ir más allá de la denuncia. Eso está bien, pero qué necesaria es la voz profética. Nos da mucha confianza su formación intelectual y su sensibilidad por el arte. Usted puede ser un gran interlocutor de la academia y la cultura. En la ceremonia del sábado, como debe ser la costumbre, algo que parece del pasado, a Usted lo recibió en primer plano la representación de una Iglesia muy envejecida, tradicional, y en la que sólo llagaban, al final, dos mujeres casi disminuidas. Hacemos votos para que Usted robustezca la vida eclesial, para que aliente el testimonio, la coherencia de los cristianos y convoque a todos, así no sean fieles observantes; y quiera Dios que después de muchos años, salgan a despedirlo los laicos, las mujeres, los pobres y que todos estén acompañados por sacerdotes y religiosas que sean verdaderos apóstoles. Que su paso por la Arquidiócesis sea fermento y levadura y que sea para todos una bendición.

Con admiración, vivo afecto y devoción,

Andrés Calle Noreña

domingo, 13 de diciembre de 2009

Saludo de Pascua de Navidad

Pascua de
Navidad,
venturoso
nuevo año,
nuevo

tiempo:

Tanta vida, y dolores; tantas dificultades, conflictos, alegrías, contradicciones,
y en medio de todo, como un oasis,
los encuentros estupendos con los amigos que nos pueblan el alma.
Para todos Alafia, que significa, en árabe:
paz, prosperidad, salud y bendición.
Será una pascua tenerlos presentes, sentirlos actuantes, significativos, saber sus noticias. Que se desborde la compasión (pathos, sentir con el otro, lo del otro, con-sentir, estremecerse), que nos conmuevan y nos desvelen los otros, los más entrañables y aquellos otros, quienes no nos dicen nada, o quienes no quisiéramos tener cerca; con sus dramas, con sus proyectos, esperanzas y frustraciones; en esta tierra de tantas injusticias y mezquindades; por que nos nace de lo más profundo o porque ya no es soportable este estado de cosas, porque el sentido de la vida se ha deteriorado al máximo y esto es insufrible; porque nos merecemos unas realidades más gratas y amables.
Que nos llenemos de gentileza, de una 'ética del cuidado', en los quehaceres, en la vida común.
Anticipemos los cielos nuevos y las tierras nuevas, con hechos reales de paz, de generosidad, de devoción por los mínimos, por los desplazados de todas las fiestas. Entonces la pascua será continua, la dignidad será visible en las caras y en los ojos de todos; será como participar de una cultura de la coherencia, como una manera cotidiana de vivir reconciliados y en paz.

Abrazos, de corazón, de Ustedes,
Andrés Calle Noreña

santarrosa61@yahoo.es


Detalle: Árbol de piñón de oreja- Finca Palermo Viejo.

viernes, 16 de octubre de 2009

la riqueza de una palabra, Atabanza, del muisca

Propongo la palabra Atabanza


Nota: me tomo la libertad de traer una nota de otro blog, de Daniel Alejandro Castelblanco, para proponerles un nuevo colombianismo y para reencontrarnos con el pasado muisca, para tratar de construir un presente de atabanzas.


Él habla con propiedad de los significados y grafía de la palabra muy colombiana (que no sabía su origen), atarbán. Pues según lo que leo deberíamos hacerles justicia a los muiscas y adoptar el adjetivo atabanza, o también el sustantivo, como Señor de las dádivas, el que no se queda con lo que le han donado. Un mundo de atabanzas sería vivible y deseable y dignamente humano, o humanitario, como dice Nicolás Buenaventura.

Para toda la gente atabanza que conozco y que no conozco va mi saludo y mis respetos, porque los atabanzas hacen habitable el mundo y renuevan el corazón.
Atte. Andrés Calle Noreña


Sábado 25 de octubre de 2008

http://www.blogger.com/profile/10463981423060146848

Daniel Alejandro Castelblanco

SE HABLA ESPAÑOL: El dispar caso del atarbán y la marchanta

A pesar de que el artículo 10 de los Principios Fundamentales de la Constitución política señala que “el castellano es el idioma oficial de Colombia”, y muy a pesar de que Juanes haya adoptado el lema “se habla español” como su consigna publicitaria, me atrevo a decir que el español no es tan español como nos han querido hacer creer, pues en el país ibérico conviven lenguas tan disímiles como el fala, el castúo, el aranés, aragonés, bable, caló, valenciano, gallego, catalán y euskera, y que esa lengua que llamamos castellana no es una esencia, sino un crisol minado por cientos de vocablos provenientes de otras lenguas que testimonian los viajes del idioma y la adopción que este ha hecho de innumerables legados lingüísticos a través de los años.
Tal es el caso de los cientos de palabras árabes que conforman la lengua castellana y que son producto de los ocho siglos de ocupación musulmana en la península ibérica; no ha de parecer extraño, entonces, que cientos de palabras de uso cotidiano como alcohol, zaguán, alacena, almohada, joroba, jinete, talco, hazaña, embarazo, real, maroma, zaque, rehén, tarea, babucha y zoquete; alimentos como café, ajonjolí, zanahoria, aceite, toronja, acelga, limón, lima y tamarindo; animales como alacrán, jirafa o jabalí; objetos como taza, valija, mameluco o máscara; bebidas como sorbete, jarabe y elíxir; instrumentos musicales como la guitarra, el tambor y la matraca; deseos que invocan a dios como ojalá, y expresiones tan habituales como hola, mamola y ¡hala! tengan un sonido tan árabe: si nos detuviéramos a escuchar una conversación ajena tratando de no entender lo que se dice y si sólo prestásemos atención a la música de los sonidos, verificaríamos el carácter netamente árabe de la lengua que hablamos.
La historia del idioma es una historia de ocupaciones bárbaras, derramamientos de sangre y triunfos que perduran más allá de las atalayas y los muros derrumbados o superpuestos. Tanto es así, que cuando los españoles arribaron a las tierras de lo que consideraron ser el Nuevo Mundo, sólo se les ocurrió imponer su lengua y religión. Y aunque con sus arcabuces y cruces asesinaron grupos humanos enteros, no pudieron extinguir la flama del verbo, pues gran parte de las palabras indígenas les sobrevivieron y hoy día hacen parte fundamental de las conversaciones que sostenemos. Sin ellas, muy difícil nos sería nombrar y señalar las realidades de la América mestiza.
Y Aunque el Tribunal de la Santa Inquisición requirió de los indígenas que olvidaran su lengua y hablasen correcto latín, y aunque el fuego fanático convirtió en humo varios siglos de sabiduría recogida en códices, y nudos parlantes o kipus, hoy por hoy los aportes de esas lenguas ancestrales son indispensables para nombrar la realidad fraguada por los siglos.
De las tierras mesoamericanas fueron adoptadas las plantas y sus respectivos nombres en lengua náhuatl, como Xocoatl (xoco = amargo y atl = agua), awacatl y cacawatl.
De las culturas pertenecientes a la familia lingüística arawak palabras como cacique, bohío, barbacoa, hamaca, canoa, yuca, tabaco, guayaba y huracán; de la lengua quechua o runasimi los nombres de la alpaca, el wakamayu y el del árbol de kawchu; de la lengua karib palabras como papaya, bejuco, macana y arepa. Del taíno maní y kaimán, y de procedencia indígena incierta, los nombres del tucán, el maracuyá y el tiburón.
La palabra atarbán es usada como adjetivo en gran parte de Colombia para calificar a una persona de bruscos modales u ordinaria. Y aunque su significado es del dominio público y casi cualquiera sabría usarla, esta palabra de origen muisca no aparece ni en el famoso Diccionario Larousse Ilustrado 2008, ni en la última edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, como tampoco figura en varios diccionarios de colombianismos ni de terminología local.
Es por esta razón que no existe una grafía definida para esta palabra, pues al no ser reconocida por los grandes doctores de la lengua como una palabra oficial del vocabulario, puede escribirse como se quiera: atarvan o atarban.
La palabra –que yo prefiero escribir con b y tilde en la última sílaba- procede del muysqubun (la lengua de la gente (ESCRIBANO, 16)) y su primer origen está en Atabanza, el Señor de las dádivas.
Atabanza es un término compuesto por los vocablos ATA – BAN y ZHA, que discriminaré así:
ATA representa el número uno, según la Disertación sobre el calendario de los muyscas, indios naturales de este Nuevo Reino de Granada, compuesta por el cura José Domingo Duquesne de la Madrid, quien estuvo a cargo de la iglesia de Gachancipá durante la segunda mitad del siglo XVIII. ATA es el número uno, pero es también símbolo de la unidad, del todo y del cosmos, así como sinónimo de los bienes.
La raíz TA, lingüísticamente “forma en la Lengua Muisca muchos verbos compuestos en los cuales implícitamente está incluido el sentido DONAR (…)” (ESCRIBANO, 36)
ZHA significa sin nada o noche (REYES, 44)
Así, ATABAN – ZHA viene a significar generoso o liberal. Mariana Escribano aclara que ataban-zha es aquél que “no retiene lo donado” (37)
Si al término ATABAN-ZHA se le resta el sufijo de negación ZHA, éste queda así:
ATABAN = avaro “porque retiene lo donado” (37)
Con el paso de los años, y muy a pesar de la imposición de la lengua de ibérica de Castilla, Atabán siguió usándose para calificar a los mezquinos y roñosos. Sin duda los indígenas llamaban atabán a los españoles, sin que estos se dieran por enterados.
Así transcurrieron cinco siglos y sólo el fonema /r/ fue añadido al término, seguramente para articular las dos sílabas y hacerlo más fácil de pronunciar.
Hoy día atarbán, más que avaro, significa patán y es sinónimo guache, otro vocablo de origen muisca. En el Diccionario de Bogotanismos aparece como Atarban: Mequetrefe; chisgarabís; vagabundo; y en el Lexicón de colombianismos como Atarván: Pícaro, oportunista.
Disparejo es el caso de la palabra marchanta, que se emplea también como adjetivo despectivo para referirse a una mujer ordinaria cuya forma de hablar denota su falta de estudio y pulcritud.
De uso difundido en Latinoamérica, especialmente en la región del Caribe, la palabra marchanta se aplica a las mujeres que como verduleras vociferan, alegan o discuten airadas con enérgico batir de cabellos y brazos.
En efecto, marchanta proviene del francés marchand; comerciante, mercader, negociante o vendedor.
Es muy posible que los menesteres propios del oficio, que incluyen los aspavientos y manoteos de quien procura atraer los clientes hacia su puesto en la plaza de mercado local, hayan conducido a la asociación de la palabra con la gritería y la alharaca.
Como se ve, resulta temerario afirmar que “se habla español”, pues ni los españoles mismos lo hacen: la lengua que nos legaron los hombres y mujeres colombianos del siglo XX es una amalgama del acero toledano y las alquimias mozárabes; de las sangres karib y arawak; chibcha y maya; kechua y aymará; guaraní y araucana, mezcladas impúdicamente con tantas otras lenguas que harían obscena su orgiástica descripción. Las lenguas contemporáneas dan fe de la globalización: en una breve conversación de buseta fácilmente pueden cruzarse palabras latinas y muiscas, germanas, árabes y cumanagotas.
No hay purismos que justifiquen el nacionalismo. Nuestra esencia es el cambio.

ACUÑA, Luis Alberto. Diccionario de bogotanismos. Instituto Colombiano de Cultura Hispánica: Bogotá, 1983.

ALARIO DI FILIPPO, Mario. Lexicón de colombianismos. Banco de la República. Biblioteca Luis Ángel Arango: Bogotá, 1983.

ESCRIBANO, Mariana. Investigaciones semiológicas sobre la lengua chibcha o muisca. Universidad de París 7: París, 1991.

IBARRA GRASSO, Dick Edgar. Lenguas indígenas americanas. Nova: Buenos Aires, 1958.

REYES MANOSALVA, Eutimio. Patronimia y toponimia chibcha. Apellidos y nombres de lugares de Boyacá, Cundinamarca, Meta, Casanare, Arauca y provincias guanes chibchas de Santander. Muysca: Tunja, 2007.

lunes, 13 de julio de 2009

Crisis humanitaria en El Paramillo

Señores de los Mediso de Comunicación, Universidades, Gobierno, Ciudadanía en general:
Hacemos un llamado urgente sobre la crisis del Nudo de Paramillo. Es un asunto que desborda los municipios, Ituango, Caucasia, Tarazá, Peque, Montelíbano y otros; es un problema de Antioquia, de Córdoba, y del país entero. Pregúntenle a los lectores y a los televidentes, a los que navegan en la internet y entran a los blog, si siquieran saben algo de la geografía de esta región, de los grupos humanos que allí habitan, de los indígenas, negros, campesinos. Hay que deslegitimar la guerra y las acciones humanitarias asistencialistas. La fuerza pública es importante, pero la gente necesita de todo. Allí se requiere un plan de desarrollo a largo plazo, estructural, integral. No es para que lo atiendan en 10 años, cuando ya hayan inundado la presa de Pescadero, sobre le Río Cauca. Ni es para que destinen unos recursos en y desde Medellín, por unos días. El desempleo y el hambre que se ve en los semáforos empieza muy lejos de las grandes ciudades y hay que atacar las raíces del problema. El Paramillo pide condiciones de dignidad y de libertad. Esto es un catástrofe humana, ambiental, del agua, de los suelos, de la minería, de la pesca, de los cultivos de coca, de grandes proporciones. Hay que decirle al país que toda la riqueza de las ganaderías y las cosechas del Sinú y del San Jorge (éstas son las tierras de las fincas del Presidente y de sus amigos) , se nutren, sobreviven, se deben, al Paramillo. Hay que insistir en que la represa de Urrá es un despropósito. Señores de los medios, no pueden seguir sacando notas en los periódicos y en la televisión, esporádicas, con cada despalazamiento de campesinos de las veredas que nadie sabe ni dónde quedan. Hagan unos informes bien hechos, profundos y sistemáticos. Los paramilitares sólo han reconocido la Masacre de El Aro y hay condenas a la Nación por otra u otras dos, la de La Granja, pero son muchos los muertos, los desaparecidos, en los campo santos y en las cañadas y ríos. Por favor estudien el fenómeno, manden reporteros, fotógrafos, convoquen a los expertos, a las víctimas, a las personas oriundas y conocedoras del lugar, como Gerardo Jumí Tapias, y a muchos otros, al clero, a la Diócesis de Santa Rosa de Osos, al Padre Marío Gómez, pero no dejemos abierta esta vena rota.
Andrés Calle NoreñaDocenteUniversidad de Manizales
Pongo en conocimiento del público un blog que incluye una crónica de viaje al Nudo de Paramillo. http://www.mambrecronicas.blogspot.com/

martes, 7 de julio de 2009

Bienaventuranza de las presencias

Las bienaventuranzas de las presencias

Que las alegrías y la paz, que se encuentren y se prodiguen al pasar este umbral,
no permitan que se olviden las Presencias:
De quienes no tienen a nadie que los espere,
que los escuche con paciencia
y ya casi se han acostumbrado a que se les desconozca y se les cierren todas las puertas;
de quienes no quisiéramos estar cerca, a quienes evitamos e ignoramos
y olvidamos sus nombres;
con quienes discrepamos en moral, en criterios y en las culturas,
y que merecen nuestra atención, consideración y respeto;
de quienes son tratados como convidados indeseables en sus propias casas
y como forasteros en su tierra;
de quienes se estigmatiza, a quienes se les ha impuesto la insignificancia
y que sólo les pertenece el desarraigo y allí donde acampan llevan la periferia;
de quienes les cuesta imaginar que haya otros seres más pobres que ellos
y aún comparten aquello, que para no desfallecer, les hace falta;
de quienes al momento de servir no han sido ni serán invitados a la mesa;
de quienes se ufanan de estar hartos, satisfechos, sanos y salvos;
de aquellos que no precisan de un consejo, de una crítica, de un favor;
de quienes si acaso asistieron a las lecciones de la vida y van uncidos al destino y a la fatalidad;
de quienes propagan la ignorancia y se imponen a los gritos;
de quienes humillan a quien reconoce el error, la flaqueza
y aplastan a quienes profieren disenso y duda;
de aquellos para quienes la libertad es una burla y una mueca;
de quienes con frecuencia reciben noticias tristes y la visita del desconsuelo;
de quienes conviven en medio de los conflictos, la maldición y la guerra y son justos y sufrientes;
de todos aquellos que sin ser reconocidos se empeñan cada jornada
para proporcionarnos salud, vida y contento;
de quienes hicieron méritos para no ganarse la ingratitud, quienes fueron generosos y nobles
y, no obstante, lentamente estarán avocados al pasado y al olvido;
de todos aquellos que se gastan y no se cansan de estar al servicio de los otros
y su gozo y satisfacción están en la gratuidad;
de quienes sin renunciar a las incoherencias, a ser vulnerables,
dan la vida por defender las causas infaustas de la dignidad perdida;
de quienes son capaces de convertir debilidad en fortaleza; frustración en resistencia;
desengaño en aliento; desdicha en alabanza; ofensa en perdón y dulcedumbre.
de quienes no recibirán los besos añorados (César Vallejo);
de quienes no conocerán la prosperidad de sus hijos;
de quienes no recogerán las cosechas de sus siembras ni atisbarán la tierra prometida;
de quienes son protagonistas desesperanzados, desahuciados, de sus postreros instantes y días.
Que el tiempo y el espacio y los objetos simples de esta casa se transformen en una liturgia
para convocar, reencontrar y reconciliarsus historias, sus nombres, sus rostros
y sus ojos bien abiertos, para mirarnos con devoción en ellos.
Que así también se avive la memoria bendita de quienes fueron con nosotros tan buenos
y aunque ausentes, aunque nos hayan precedido, en la ‘Comunión de los Santos’,
prestos acuden al llamado del afecto y custodian los pasos de sus seres queridos.
Entonces sí, que aquí y ahora sea el cruce de caminos, la morada del regocijo y el sosiego,
para quienes al llegar y al partir ya nos habitan por dentro;
con quienes nos sentimos soliviados
y el lenguaje y hasta el silencio, son de mutuo respeto;
para quienes nuestro elogio a flor de labios es preciso y sincero,
ni el fruto de la adulación ni el de la benevolencia;
para quienes sin habérnoslo propuesto están siempre preparados y francos
el mirador al alba, el patio del aljibe al meridiano y las alcobas del conticinio.
Qué contradicciones, qué paradojas y qué milagros. Así es la vida:
Las presencias de los unos no las podemos comprender sin las presencias de los otros.
Habrá que estar lúcidos y despiertos para que las presencias de todos,
las de los unos y las de los otros, infaltables, lleguen a ser todas teofanías verdaderas.
Habrá que dar gracias por las presencias que no nos dejan tranquilos,
que nos acechan cuando todo es regalado y risueño;
por aquéllas que no nos dejarían conciliar un ligero duermevela,
si en realidad nos asistiera una transparente conciencia.
Y cómo no agradecer esas otras presencias, las de aquellos para quienes se encienden las velas;
junto a quienes las cuitas son llevaderas, las bregas son pasajeras y un abrazo es una fiesta.
Gracias por todas las presencias. Celebremos las presencias.

¡Entonces sí, que sean bienaventuradas todas las presencias!



Del libro Palabras de pan duro. Andrés CN.

Santa Ana del “cielo nuevo y la tierra nueva”, de los Gentiles de Mambré