Crónica de Ituango
Sepan que hay gente más allá del fin del mundo
Realizamos en diciembre pasado (2006. Enero de 2007)una correría por las veredas del cañón del Río Sucio, en el Sistema bio-geográfico del Nudo de Paramillo, en los municipios de Ituango y Juan José, entre Antioquia y Córdoba. El propósito central era acompañar al Padre Hugo Alberto Torres Marín, de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, en su visita Pastoral de Navidad, en la Parroquia de Santa Lucía.
Ituango y esta región son palabras mayores. Es el segundo municipio en extensión, después de Urrao, en Antioquia. Su historia es muy antigua, viene desde la época pre-colombiana. Fue la tierra de los zenúes y en la actualidad allí habitan comunidades embera katío. Tuvo una colonia Penal, en Antadó. Es un ecosistema complejo, diverso y frágil. Disputado por todos los actores de violencia de la actualidad y escenario de crudas masacres. Es, como una paradoja, en el interior del mapa del la patria, una verdadera periferia. Está en el norte centro de Antioquia, en las estribaciones de la Cordillera Occidental. Desde allí parten tres ramales, los de Abibe, San Jerónimo y Ayapel. Nosotros nos adentramos por el de San Jerónimo, allí hay tres cañones con ríos importantes, primero el del Tarazá y el Man; le sigue el del Río Sucio, y después el del San Jorge.
Se redactó una completa Crónica de viaje, con datos geográficos, de orografía, de ecología y de los problemas socio políticos y culturales. Para introducir en el tema he recogido apuntes de la conquista, los he hilvanado con recuerdos familiares y quedan como página abierta de esta historia reciente y dura de Colombia, en la que faltan tantos protagonistas por aparecer.
Apuntes históricos y familiares
Los conquistadores españoles entraron por Santa María la Antigua del Darién, en Urabá, y alcanzaron las minas de Buriticá y se afincaron en Santa Fe Antioquia. Otros se adentraron, desde San Sebastián de Urabá, por el actual Necoclí, esquivando las cordilleras, y buscaron el San Jorge y el Cauca, hacia Cáceres, Zaragoza y Remedios. En esta Provincia los que llegaron no volvieron a salir, prácticamente estuvieron encerrados durante dos siglos, en el XVII y en el XVIII, mientras eran depuestos los reyes europeos y se incubaban las revoluciones.
Este viaje también pudo tener, entre otros motivos, los de ir en ‘busca del tiempo perdido’: desde las más remotas noticias, en 1571, de la fundación de San Juan de Rodas, por Don Gaspar de Rodas, y de la cual quedaban vestigios de los vallados, en el potrero de los Mangos, en la hacienda del mismo nombre de esta antigua población; o como cuentan, que este caserío lo atacaron y lo acabaran los indios, y después hacia finales del siglo XVIII trasladaron los tapiales a Santa Ana y al último sitio del actual Ituango; hasta los recuerdos de las familias pioneras y colonizadoras, que llegaron desde Medellín y otros pueblos, a finales del Siglo XIX, para abrir fincas, sembrar café y comerciar; allí plantaron las casas los Machado, Correa, Calle, Duque, Trujillo, Tobón y otros también cercanos y entrañables.
Pasado algún tiempo, a principios del siglo XX, en el camino entre Yarumal e Ituango, se explotó la famosa mina de Berlín, con mineros suecos e ingleses. De estos campamentos y de la explotación aurífera nos quedan registros muy cercanos. Este preámbulo, de la consanguinidad y de la endogamia, tiene el propósito de afirmar que la memoria de esta región nos pertenece y nos compromete, pero que igual nos debería confrontar la historia de cualquier pueblo.
También habría que hablar de Briceño, de la necesidad de trazar una carretera que buscara a Puerto Espíritu Santo, en las riberas del Cauca, y que al fin saliera al mar, como lo propusiera Monseñor Miguel Ángel Builes. Después estas regiones quedaron al margen y la vía elegida y definitiva pasa por el alto de Ventanas, por Valdivia, para caer a Puerto Valdivia, aunque en la década de 1960 todavía trajeran ganado de Ayapel, remontando el río y arreado hasta el Hatillo.
Tal vez Ituango llegó a tener sus días de mayor importancia por la primera mitad del Siglo XX, en las épocas en que la carretera con dificultades alcanzaba primero a los Llanos de Cuibá, luego hasta San José de la Montaña y más tarde a San Andrés de Cuerquia, al Valle, a Pescadero. Antes hubo un puente colgante, como una artesanía de cuerdas y de miedo, en una garganta estrecha y muy próxima al curso de las aguas torrentosas y en el 60 se levantó imponente el puente metálico, para salvar el río Cauca, antes de la desembocadura del San Andrés. Si todavía la ruta es una verdadera tortura, entre pedreros, quebradas y precipicios, no es difícil imaginar las marchas forzadas que tuvieron los antecesores, entre los tragadales, las alimañas, los fríos y fiebres; y la empresa de romanos, o de incas, que pudo haber sido llevar y traer todas las vituallas, los muebles, los materiales de construcción, una campana, un santo, amén de piaras de cerdos; con recuas de mulas cargadas de fríjol y café, oro, rastras de maderas finas; bueyes y ganado, perros, señores y señoras de cabalgadura, niños de brazos, curas y monjas, enfermos, parturientas y arrieros y peones y pobres de Dios.
Los recuerdos más gratos del país de la infancia feliz quedaron sembrados en las faldas de San Juan de Rodas, en Ojodeagua, y tienen el brillo de las piedras de mica de los patios de la Casa de El Tinto. El pasado es irrecuperable, lo paradójico es volver después de muchos años y encontrar que la situación de la gente puede ser la misma y aún peor que la de décadas atrás. Pero todavía no comenzaba el viaje, sólo sabíamos que Ituango era como el fin del mundo y ni nos imaginábamos los días de caminos que nos separaban del Río San Jorge. El compañero, el Padre Hugo, sí había recorrido hacía unos diez años atrás, la región de Antadó, la antigua colonia penal y el cañón de los ríos tributarios del San Jorge.
Otra aventura que está en ciernes es la del embalse de Pescadero, que tendría su presa junto a la desembocadura del río Ituango, acompañada de una carretera que uniera a Sabanalarga con Puerto Valdivia; de esta manera estarían conectados el Atlántico con el Pacífico sin necesidad de trepar la cordillera. De este proyecto hemos sabido toda la vida, y también nos queda claro que si hubiera voluntad política no sólo se transformaría el paisaje, habría modernización, y no necesariamente Modernidad, pero otra sería la historia de esta región, de toda Antioquia y del país.
Pero sin duda, así como vimos transformar el río Sucio desde que caía en gotas por las breñas, a más de 2500 metros sobre el nivel del mar, en el Alto de Monos, hasta extenderse en los playones ardientes, antes de morir al San Jorge, así se irían revelando y renovando otros propósitos que ni siquiera intuíamos. De manera definitiva, al completarse el periplo, este viaje nos daría una contradictoria lección de país; una conmovedora y hermosa visión, acompañada de una confrontación con la realidad trágica y dolorosa de su gente. También, es posible, y sería esperable, que éste no haya sido ni será un viaje como cualquiera, seguramente nos tendrá que afectar en nuestras vidas personales.
Por lo demás, cuando éramos niños, los viejos nuestros tuvieron predios en estas comarcas y nosotros pudimos visitarlas y pasar allí temporadas de vacaciones. En alguna época estuvo operando un Aeropuerto, en Los Galgos, a la entrada de Ituango y esto le confería mayor interés a la región, le daba casi un aire internacional. Pero lo cierto era que nosotros, mientras crecimos, siempre imaginábamos que el mundo confinaba tal vez más allá de las montañas que se atisbaban desde la cabecera del municipio; posiblemente después habría un precipicio, un mar, lo que fuera no lo sabíamos; el mundo caminable llegaba hasta allí; los mapas hacían parte de otras categorías mentales; la tierra era firme hasta estos lugares; porque también decían que en el nacimiento del San Jorge el suelo era movedizo, claro con puros sphagnales, que son colchones de musgo remojado. Ahora pudimos constatar simple y llanamente que también hay gente más allá del fin del mundo.
Andrés Calle-Noreña
Diciembre 2006 – enero 2007-02-13
adcn@umanizales.edu.co
santarrosa61@yahoo.es
Sepan que hay gente más allá del fin del mundo
Realizamos en diciembre pasado (2006. Enero de 2007)una correría por las veredas del cañón del Río Sucio, en el Sistema bio-geográfico del Nudo de Paramillo, en los municipios de Ituango y Juan José, entre Antioquia y Córdoba. El propósito central era acompañar al Padre Hugo Alberto Torres Marín, de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, en su visita Pastoral de Navidad, en la Parroquia de Santa Lucía.
Ituango y esta región son palabras mayores. Es el segundo municipio en extensión, después de Urrao, en Antioquia. Su historia es muy antigua, viene desde la época pre-colombiana. Fue la tierra de los zenúes y en la actualidad allí habitan comunidades embera katío. Tuvo una colonia Penal, en Antadó. Es un ecosistema complejo, diverso y frágil. Disputado por todos los actores de violencia de la actualidad y escenario de crudas masacres. Es, como una paradoja, en el interior del mapa del la patria, una verdadera periferia. Está en el norte centro de Antioquia, en las estribaciones de la Cordillera Occidental. Desde allí parten tres ramales, los de Abibe, San Jerónimo y Ayapel. Nosotros nos adentramos por el de San Jerónimo, allí hay tres cañones con ríos importantes, primero el del Tarazá y el Man; le sigue el del Río Sucio, y después el del San Jorge.
Se redactó una completa Crónica de viaje, con datos geográficos, de orografía, de ecología y de los problemas socio políticos y culturales. Para introducir en el tema he recogido apuntes de la conquista, los he hilvanado con recuerdos familiares y quedan como página abierta de esta historia reciente y dura de Colombia, en la que faltan tantos protagonistas por aparecer.
Apuntes históricos y familiares
Los conquistadores españoles entraron por Santa María la Antigua del Darién, en Urabá, y alcanzaron las minas de Buriticá y se afincaron en Santa Fe Antioquia. Otros se adentraron, desde San Sebastián de Urabá, por el actual Necoclí, esquivando las cordilleras, y buscaron el San Jorge y el Cauca, hacia Cáceres, Zaragoza y Remedios. En esta Provincia los que llegaron no volvieron a salir, prácticamente estuvieron encerrados durante dos siglos, en el XVII y en el XVIII, mientras eran depuestos los reyes europeos y se incubaban las revoluciones.
Este viaje también pudo tener, entre otros motivos, los de ir en ‘busca del tiempo perdido’: desde las más remotas noticias, en 1571, de la fundación de San Juan de Rodas, por Don Gaspar de Rodas, y de la cual quedaban vestigios de los vallados, en el potrero de los Mangos, en la hacienda del mismo nombre de esta antigua población; o como cuentan, que este caserío lo atacaron y lo acabaran los indios, y después hacia finales del siglo XVIII trasladaron los tapiales a Santa Ana y al último sitio del actual Ituango; hasta los recuerdos de las familias pioneras y colonizadoras, que llegaron desde Medellín y otros pueblos, a finales del Siglo XIX, para abrir fincas, sembrar café y comerciar; allí plantaron las casas los Machado, Correa, Calle, Duque, Trujillo, Tobón y otros también cercanos y entrañables.
Pasado algún tiempo, a principios del siglo XX, en el camino entre Yarumal e Ituango, se explotó la famosa mina de Berlín, con mineros suecos e ingleses. De estos campamentos y de la explotación aurífera nos quedan registros muy cercanos. Este preámbulo, de la consanguinidad y de la endogamia, tiene el propósito de afirmar que la memoria de esta región nos pertenece y nos compromete, pero que igual nos debería confrontar la historia de cualquier pueblo.
También habría que hablar de Briceño, de la necesidad de trazar una carretera que buscara a Puerto Espíritu Santo, en las riberas del Cauca, y que al fin saliera al mar, como lo propusiera Monseñor Miguel Ángel Builes. Después estas regiones quedaron al margen y la vía elegida y definitiva pasa por el alto de Ventanas, por Valdivia, para caer a Puerto Valdivia, aunque en la década de 1960 todavía trajeran ganado de Ayapel, remontando el río y arreado hasta el Hatillo.
Tal vez Ituango llegó a tener sus días de mayor importancia por la primera mitad del Siglo XX, en las épocas en que la carretera con dificultades alcanzaba primero a los Llanos de Cuibá, luego hasta San José de la Montaña y más tarde a San Andrés de Cuerquia, al Valle, a Pescadero. Antes hubo un puente colgante, como una artesanía de cuerdas y de miedo, en una garganta estrecha y muy próxima al curso de las aguas torrentosas y en el 60 se levantó imponente el puente metálico, para salvar el río Cauca, antes de la desembocadura del San Andrés. Si todavía la ruta es una verdadera tortura, entre pedreros, quebradas y precipicios, no es difícil imaginar las marchas forzadas que tuvieron los antecesores, entre los tragadales, las alimañas, los fríos y fiebres; y la empresa de romanos, o de incas, que pudo haber sido llevar y traer todas las vituallas, los muebles, los materiales de construcción, una campana, un santo, amén de piaras de cerdos; con recuas de mulas cargadas de fríjol y café, oro, rastras de maderas finas; bueyes y ganado, perros, señores y señoras de cabalgadura, niños de brazos, curas y monjas, enfermos, parturientas y arrieros y peones y pobres de Dios.
Los recuerdos más gratos del país de la infancia feliz quedaron sembrados en las faldas de San Juan de Rodas, en Ojodeagua, y tienen el brillo de las piedras de mica de los patios de la Casa de El Tinto. El pasado es irrecuperable, lo paradójico es volver después de muchos años y encontrar que la situación de la gente puede ser la misma y aún peor que la de décadas atrás. Pero todavía no comenzaba el viaje, sólo sabíamos que Ituango era como el fin del mundo y ni nos imaginábamos los días de caminos que nos separaban del Río San Jorge. El compañero, el Padre Hugo, sí había recorrido hacía unos diez años atrás, la región de Antadó, la antigua colonia penal y el cañón de los ríos tributarios del San Jorge.
Otra aventura que está en ciernes es la del embalse de Pescadero, que tendría su presa junto a la desembocadura del río Ituango, acompañada de una carretera que uniera a Sabanalarga con Puerto Valdivia; de esta manera estarían conectados el Atlántico con el Pacífico sin necesidad de trepar la cordillera. De este proyecto hemos sabido toda la vida, y también nos queda claro que si hubiera voluntad política no sólo se transformaría el paisaje, habría modernización, y no necesariamente Modernidad, pero otra sería la historia de esta región, de toda Antioquia y del país.
Pero sin duda, así como vimos transformar el río Sucio desde que caía en gotas por las breñas, a más de 2500 metros sobre el nivel del mar, en el Alto de Monos, hasta extenderse en los playones ardientes, antes de morir al San Jorge, así se irían revelando y renovando otros propósitos que ni siquiera intuíamos. De manera definitiva, al completarse el periplo, este viaje nos daría una contradictoria lección de país; una conmovedora y hermosa visión, acompañada de una confrontación con la realidad trágica y dolorosa de su gente. También, es posible, y sería esperable, que éste no haya sido ni será un viaje como cualquiera, seguramente nos tendrá que afectar en nuestras vidas personales.
Por lo demás, cuando éramos niños, los viejos nuestros tuvieron predios en estas comarcas y nosotros pudimos visitarlas y pasar allí temporadas de vacaciones. En alguna época estuvo operando un Aeropuerto, en Los Galgos, a la entrada de Ituango y esto le confería mayor interés a la región, le daba casi un aire internacional. Pero lo cierto era que nosotros, mientras crecimos, siempre imaginábamos que el mundo confinaba tal vez más allá de las montañas que se atisbaban desde la cabecera del municipio; posiblemente después habría un precipicio, un mar, lo que fuera no lo sabíamos; el mundo caminable llegaba hasta allí; los mapas hacían parte de otras categorías mentales; la tierra era firme hasta estos lugares; porque también decían que en el nacimiento del San Jorge el suelo era movedizo, claro con puros sphagnales, que son colchones de musgo remojado. Ahora pudimos constatar simple y llanamente que también hay gente más allá del fin del mundo.
Andrés Calle-Noreña
Diciembre 2006 – enero 2007-02-13
adcn@umanizales.edu.co
santarrosa61@yahoo.es
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